DADO 25/11/2019
Crónicas Artes Escénicas INJUVE 2019
“What you’re about to watch tonight is the work in progress called Diorama” (Lo que están a punto de ver esta noche es el trabajo en proceso llamado “Diorama”) dice una voz en off que el público cree que es la de María Casares, ya que es ella quien se encuentra al micrófono en escena, hasta que, después de ese título, Casares dice casi imperceptiblemente “DADO”. Lo pronuncia después de acabar lo que ahora sabemos era un grabación. Hasta entonces no había hecho más que hablar al tiempo que otra voz: la de la coreógrafa Daphna Horenczyk. Ya sólo con esta presentación, casi calcada pero ligeramente diferente, Casares sienta las bases de su propuesta ante los espectadores.
María Casares explica su proyecto “DADO” como un proceso de recreación y creación desarrollado paralelamente al proyecto “Diorama” de la coreógrafa Israelí, afincada en Viena, Daphna Horenczyk. “Diorama”, es un solo que existe simultáneamente en escena y en las redes. Aquellos que asisten al teatro pueden experimentar por sí mismos las similitudes y diferencias entre el cuerpo virtual y el cuerpo escénico.
El work in progress de “DADO” es un interesante ejercicio repleto de sugerentes imágenes que se incrustan en la retina del público. Jugando con una cámara en directo, operada por Laura Ramírez, y otro vídeo de la pieza “Diorama”, “DADO” establece un juego de espejos en el que el espectador entra como una Alicia algo desorientada (pero fascinada) a un universo a caballo entre Rodrigo García, David Lynch y Marcel Duchamp. Coches transformers de policía a control remoto, una omnipresente y brillante manta térmica (de las que se utilizan para cubrir a las víctimas en los accidentes de tráfico), un cruce de carreteras en el suelo de la sala conformado por cinta de carrocero y que enfocado por la cámara parece casi real, o la misma Casares, que puede pasar de ser una jugadora de béisbol a un rebelde con pañuelo en la cara y cóctel molotov en mano o una miedosa mujer mayor con la cabeza cubierta, son todos elementos y acciones que la cámara de Laura Ramírez va enfocando en escena, a la vez que deambula por las caras de los espectadores.
Las imágenes de su cámara se proyectan en una pantalla dividida en dos que muestra un vídeo en la parte superior y otro en la inferior. Resultan tan parecidas las acciones, los planos y movimientos de ambos que el espectador tarda un rato en identificar qué es lo que está viendo exactamente. Hasta que, finalmente, se observan ligeras diferencias entre la imagen original y la recreada, como por ejemplo que el detalle del coche en el cruce del vídeo original y el de la acción real son de diferente color. Detalles extraños que crean una atmósfera irreal, manteniendo al espectador alerta, en la sequedad del silencio de esta propuesta (arriesgada elección sonora que funciona perfectamente) para no perderse un detalle y casi jugar a un inquietante “encuentra las siete diferencias” escénico.
Las imágenes surrealistas se suceden. En escena Casares aprieta una esponja húmeda, ¿pero lo que sale de la imagen alternativa es sangre? Casares en un momento se convierte en una especie de orangután simplemente con un abrigo de pieles, cara al descubierto, repitiendo casi al unísono los movimientos de la Daphna Horenczyk de la grabación, golpeándose el pecho, incluso aceptando una banana que se come posteriormente. También intentará tragarse una muñeca tipo Barbie que su compañera le introduce en la boca y que posteriormente le provocará arcadas (toda una declaración de intenciones).
“DADO” también contiene otros detalles que elevan la propuesta a copia distorsionada de la realidad. Como, por ejemplo, una imagen del vídeo original que parece grabada en un exterior, pero que aquí se recrea enfocando con la cámara a una fotografía pegada a la pared, creando un curioso efecto de trampantojo. Encontramos momentos plásticamente muy atractivos, de una belleza sucia y perturbadora, como cuando María Casares se queda tumbada sobre la arena amarillenta y la videógrafa, dejando la cámara fija, raja una bolsa de la que cae basura y coloca sobre el cuerpo inerte de la performer una camiseta roja y unos pantalones que contrastan con el fondo arenoso. La escena se acompaña de una banda sonora operística que envuelve 36 la imagen de ese cuerpo inerte que, de alguna manera, recuerda a Marcel Duchamp. No es casualidad, puesto que el título “DADO” hace referencia también a la obra “Étant Donnés” de Marcel Duchamp, relacionada directamente con la pieza “Diorama”.
El universo onírico y amenazador se intensifica cuando María Casares se incorpora después con una máscara de mujer sobre su rostro mientras Daphna en el vídeo lleva una de hombre. Escenas que parecen sacadas de la ciencia ficción totalitaria tipo “1984” también tienen cabida aquí, como la simulación de una ejecución ante una telón rojo decorado con una enseña, llevando a la performer a resurgir de esa muerte con los ojos tapados por cruces de cinta de carrocero, en una coreografía espasmódica con manos que se lanzan desde sus cuencas oculares. Se suma 37 la presencia de la cosificación en escena, ejemplificada en ese “envolver” a la performer en papel film, para conseguir ella liberarse posteriormente de esa prisión plástica, y desfilar cual modelo sobre una alfombra roja hasta llegar a un auténtico y colorido castillo hinchable que se ha desplegado sobre el escenario, donde posa como la sirenita de Copenhage.
El castillo se desinfla con María Casares dentro y la oscuridad cae sobre la sala. La videógrafa sin embargo coge una linterna, la cámara y va a buscar el cuerpo de la performer. Por fin la encuentra, inerte, ojos abiertos entre los plásticos de colores del castillo. Y María dedica una inquietante última sonrisa al omnipresente objetivo de la videocámara (a su público), así como Daphna Horenczyk hace lo propio con la suya, sabiendo que sus (re)creaciones han conseguido dejar un sugestivo impacto en los ojos del espectador.